Permíteme hablar tan francamente de mí mismo como lo haría de otra persona. «Gano todo lo que puedo» (a saber, escribiendo) sin dañar a mi alma o a mi cuerpo. «Ahorro todo lo que puedo», sin malgastar nada por gusto, ni una hoja de papel, ni un vaso de agua. No gasto nada, ni un chelín, a no ser como un sacrificio a Dios. Sin embargo, «dando todo lo que puedo», estoy efectivamente protegido contra el peligro de «hacerme tesoros sobre la tierra». Y estoy protegido de desear
enriquecerme o de esforzarme por ser rico puesto que «doy todo lo que puedo». Y de que hago esto llamo a testificar a todos los que me conocen, tanto amigos como enemigos.
Juan Wesley
¡Oh vosotros, metodistas, escuchad la palabra del Señor! Tengo un mensaje de Dios para toda la humanidad, pero sobre todo para vosotros. Por más de cuarenta años he sido un siervo para vosotros y para vuestros padres. Y no he sido como una caña agitada por el viento. No hevariado en mi testimonio. Os he testificado exactamente lo mismo desde el primer día hasta ahora. Pero, ¿quién ha creído a nuestro anuncio? Me temo que no muchos ricos.
(Sermón 87 - Peligro de las Riquezas p. 111-112)
Juan Wesley
Habiendo «ganado» (en sentido correcto) «todo lo que podéis», y «ahorrado todo lo que podéis», a pesar de la naturaleza, la costumbre y la prudencia mundana, «dad todo lo que podéis». Yo no digo: «Se un buen judío, dando un diezmo de lo que posees».
Tampoco digo: «Se un buen fariseo, dando un quinto de tus bienes». No me atrevo a aconsejarte a que des la mitad de lo que tienes; no, ni tampoco los tres cuartos, ¡sino todo! Levantad vuestros corazones y veréis en qué sentido esto ha de hacerse.
Juan Wesley