Piedad Román, una vida dedicada a la educación

Piedad Román Manzaneda de Alcázar (1942-2025) fue una mujer decidida a hacer pasar a muchas generaciones de los sistemas convencionales del aprendizaje a la era de la modernidad, guiándoles a pie firme por el puente de la educación.
Desde joven entendió que la educación es el arma más importante para que cada persona logre objetivos de vida y por ello es importante dotarla con instrumentos, tecnologías y avances científicos de vanguardia, de modo que pueda hacer que quienes se educan alcancen la posibilidad de ubicarse en la primera línea del servicio y las oportunidades.
Ella se dio a sí misma ese impulso en su propia vida: siendo integrante de una familia metodista de Huancayo, estudió primaria en el Colegio Andino y la secundaria en el Colegio María Alvarado, en Lima. Al terminar el colegio, en 1960 (promoción Yellows), volvió a Huancayo. En esos años, cuando aún no eran mayoría las mujeres que estudiaban para desempeñarse en el mundo laboral, ella sí optó por una carrera universitaria, Educación, que siguió en la Universidad Nacional del Centro.

Esta profesión le dio la oportunidad de trabajar como profesora en su propio colegio a partir de 1973. Tras 11 años de labor docente en el María Alvarado, en 1984 pasó a ser coordinadora, cargo que desempeñó únicamente durante siete meses porque el 1° de noviembre de ese año fue nombrada directora del plantel, cargo que ejerció hasta el 31 de julio de 2009.
El mundo que le tocó vivir cuando asumió esta responsabilidad se había acercado a un momento histórico al iniciarse la masificación de las computadoras personales y el inicio de la era de las redes informáticas. Fue ahí, apenas un año después de asumir la dirección del colegio, 1985, cuando apostó por la instalación de las primeras computadoras en el María Alvarado y la construcción del primer laboratorio de computación. Recién el año siguiente se instalarían las primeras computadoras en un colegio público, el José María Eguren.
Este fue el primer paso en el desafío por el uso de nuevas tecnologías durante su gestión. Le seguirían la instalación de un segundo laboratorio de cómputo y la creación de un laboratorio de Idiomas (1992), la puesta en marcha del Programa de Extensión en Computación e Informática que abrió las puertas del colegio para brindar capacitación a los dos primeros puestos de colegios nacionales, la modernización y automatización de la biblioteca Gertrude Hanks (1997), la remodelación y modernización de tres laboratorios de computación para alumnos y la instalación de un laboratorio de computación para profesores (en 2004) y, un año antes de terminar su gestión en la dirección del colegio (2008) la instalación de pizarras interactivas y el impulso del uso de las TICs (Tecnologías de la Información y Comunicación) en la educación.

Este ingreso decidido del María Alvarado en el mundo de la informática marcaría también el paso de los sistemas convencionales en el aprendizaje a la educación moderna. No se trataba solo de usar computadoras. Durante su gestión también se modernizó el Proyecto Educativo, sobre la base del desarrollo de habilidades y destrezas (1984), se dio inicio a un nuevo proyecto educativo afianzando la música, el arte y el teatro como materias importantes en la formación escolar (1992), se aprobó la aplicación experimental de una nueva propuesta educativa diversificada, poniendo énfasis en que los alumnos trabajaran en grupos para que sus conocimientos no fueran tan rígidos (1994), se construyó nuevo ambiente para Arte (2002) y, justo cuando se cumplió el centenario del colegio (2006), se inauguró la nueva Biblioteca Elsie Wood para primaria e inicial y se instalaron graderías telescópicas en el gimnasio.
En total, Piedad Román entregó 35 años a la comunidad educativa del Colegio María Alvarado, sirviendo a la formación de niñas y niños con amor, 25 de ellos como directora.
Después de jubilarse, vivió un tiempo en Estados Unidos con su esposo, Luis Alcázar Vega, y luego retornaron a Perú, donde pasó la última etapa de su vida. Alcanzamos a él y a sus hijos, Luis, Daniel y Abel, nuestro reconocimiento por la entrega de Piedad a la educación de ciudadanas y ciudadanos de bien en el Perú.